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VIVE EN ESTADOS UNIDOS desde hace diez años y estudió, becada, diseño gráfico en la Universidad de Wichita.
 
 
PRINCESA DE LOS BOLOS  


La colombiana Sara Vargas fue contratada por un príncipe de Arabia Saudita para crear la primera escuela de bolos femenina en ese país. ¡Moñona!
   
     
 

Todo el recinto quedó estupefacto cuando a la clausura del Mundial de Bolos de Kuwait entraron dos desconocidas con la tradicional burka negra. Y no era para menos ya que en Kuwait no se acostumbra que las mujeres asistan a estos lugares. Luego de unos cuantos segundos de silencio, todo volvió a la normalidad cuando se dieron cuenta de que se trataba de dos participantes del torneo. Una de ellas era la colombiana Sara Vargas, de 29 años, quien en mayo pasado se impuso a las mejores 23 bolicheras del universo.

Aunque no se sepa en Colombia, esta huilense criada en Barranquilla y Antioquia tiene a cuestas títulos internacionales como el campeonato mundial Sub 23 de Hong Kong, en 1996. Gran parte de su carrera la ha hecho en Estados Unidos, en donde gracias a su prodigiosa mano ganó una beca para estudiar diseño gráfico en la Universidad de Wichita.

Antes de su primera contienda en el torneo de Kuwait, decidió ir a la colorida bolera, adornada con pantallas gigantes y cascadas, para reconocer el terreno. A su lado había un grupo de desconocidos de pelo negro y barba cerrada en plena competencia. De repente terminó conversando en inglés con uno de ellos. Minutos después se enteró de que su anónimo interlocutor era un príncipe miembro de la monarquía de Arabia Saudita (nombre que prefiere mantener en reserva), en cabeza del rey Abdullah. El honor era grande teniendo en cuenta que se trata de una los países más ricos del mundo, con una producción de 82,5 millones de barriles de petróleo por día.

Sara analizó el juego del competidor real y vio que tenía buen nivel fruto de cinco años de entrenamientos con profesores privados.

“Hablamos del torneo, otro poco sobre bolos y cada uno siguió su camino”. La colombiana ignoraba que el interés del príncipe por fortalecer este deporte en su país era tal que en julio había inaugurado una sofisticada sala de bolos privada en Riad, la capital saudita. Esa corta conversación, el carisma de Sara y su excelente juego lo deslumbraron a tal punto que un día después de su encuentro le hizo la propuesta de crear en Arabia Saudita un semillero de bolos para mujeres porque hasta el momento ellas han estado al margen de este deporte, contrario a los hombres. “Allá  no tienen selección femenina. Les da pena que una mujer sea mala y deje por debajo la imagen del país. Hay que cambiar la forma de pensar”.

No había empezado el torneo y  la colombiana ya había hecho su primera moñona. Pero para confirmarle a su futuro jefe que no se había equivocado tenía que mostrar resultados. Y así lo hizo. Luego de derrotar en la final a la indonesa Putty Armein tenía otro trofeo más en su estantería y 10.000 ‘petrodólares’ en su bolsillo.

La oferta hecha por el príncipe era demasiado tentadora: ir como asistente del entrenador, tener a su cargo 14 pistas y un grupo de mujeres cuyo número por ahora es incierto, apartamento en la exclusiva zona diplomática, chofer a su disposición y un salario que le permita vivir con todas las comodidades. Ella también puso sus condiciones: que su familia pueda visitarla cuando quiera, seguro médico y de vida y vacaciones pagas un mes al año. Su jefe no tuvo ningún reparo, entonces,  luego de contar con el apoyo de su familia, dio el sí sin conocer Arabia Saudita.

Sus numerosas visitas a Doha (Qatar) y Dubai, en donde los bolos cuentan con mucha aceptación, fueron suficientes. “Las ciudades allá son espectaculares y hay mucho lujo”. Sara llegará a su nuevo hogar el 15 de octubre, donde trabajará hasta diciembre y luego regresará a Estados Unidos. Si después de ese abrebocas quiere seguir adelante con el proyecto, regresará en enero y firmará el contrato definitivo que todavía está en conversaciones.

Aunque es consciente de que es una región machista, afirma que la situación es completamente diferente para las turistas. “Allá me tratan como una princesa y me llevan y me traen”. Sabe que tiene que salir a la calle con burka y entrenar a puerta cerrada pero nada de eso opaca la felicidad. Está a punto de hacer realidad el sueño de muchos bolicheros: vivir de moñonas porque si en Colombia es difícil, en Estados Unidos la situación no es diferente y más ahora que desmontaron el circuito femenino por falta de presupuesto.

El reto que tiene por delante es grande y espera derribar en el Medio Oriente tanto prejuicios como pines.

 
     
 
     
 

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