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Aún se discute, si los Juegos Olímpicos de 1.926, desarrollados en la capital del país no fueron en realidad la primera versión, en cambio de la reconocida por la historia actual, es decir la de Cali en 1.928.

Lo que no tiene duda, es que esa olimpiada cumplida en la capital colombiana fue el embrión, la primera piedra sobre la cual se ha construído el edificio del deporte colombiano durante los últimos 80 años. En realidad, fue el gobierno nacional de la época, el encargado de no oficializar la edición de 1.926 como la pionera.

Tal vez se pueda afirmar que todo fue cuestión de “celos”, pero lo cierto del caso es que el aparato estatal despojó a la privada Asociación Deportiva Colombiana de su derecho adquirido a continuar con la organización de los Juegos y de tajo arrancó el cronómetro de las justas en Cali 1.928, bajo el control del ministerio de Educación. No obstante, el reloj de la historia dirá que fue en realidad en la capital colombiana en donde empezó la vida de los Juegos Nacionales.

Sin importar lo anterior, los deportistas del altiplano acudieron con pleno entusiasmo y espíritu deportivo a competir desde 1.928, luego consiguieron dos títulos generales en Manizales 1.936 y Bucaramanaga 1.941, pero bajo la bandera del departamento de Cundinamarca.

No se puede pasar por alto, que así como Bogotá promovió las justas nacionales en la década de los años veinte del siglo anterior, la capital del país obtuvo la organización de los primeros Juegos Deportivos Bolivarianos, que motivó en su momento la construcción del estadio El Campín en 1.938.

Esa internacionalización abrió las puertas a justas de la importancia de los quintos Centroamericanos y del Caribe desarrollados en Barranquilla en 1.946, los sextos Juegos Panamericanos Cali 71 de los cuales la ciudad azucarera heredó buena parte de sus escenarios deportivos y la versión XIII de los Centroamericanos y del Caribe Medellín 78, cuando se modernizó y complementó la Unidad Deportiva Atanasio Girardot.

Retomando el tema inicial, Bogotá tomó vida como ente territorial a partir de 1.954 y ese cisma provocó que otros equipos como la del Valle del Cauca, asumiera la hegemonía y aprendiera las lecciones de las delegaciones “rolas”, por ejemplo, la contratación de adiestradores extranjeros (Hans Huber, Aldo Pessina) y la tecnificación de los entrenamientos, para mejorar sus participaciones en el medallero general.

Tras años de rumbo incierto, terceros lugares y la figuración individual de algunos de sus representantes o equipos tradicionalmente fuertes, Bogotá comenzó a retomar su verdadero potencial en las justas Nariño - Boyacá 2.000, ganando el segundo puesto en el medallero tras consolidar un serio proceso desde 1.997, fortalecer las ligas, trabajar en el entorno del atleta (alojamiento, estudios, servicios médicos, ayudas sociales) y proyectar por cada deporte sus logros, objetivos, metas y aspectos a fortalecer.

Clave en el proceso, fue la fusión entre la Junta Administradora de Deportes de Bogotá y el I.D.R.D en virtud de la ley 181 de 1.995, a partir de 1 de enero del 97 y por medio de la cual se evitaron la duplicidad de funciones, unificó presupuesto y políticas y robusteció el deporte asociado en la capital de la República.

Además, se presentó la candidatura para obtener la sede de la XVII versión de las justas (también se había postulado para organizar las de 1.954 sin suerte), luego de exitosas experiencias organizativas de certámenes como Mundial Interclubes de Patinaje, pre olímpico de tenis de mesa Sidney 2.000, Nacionales Intercolegiados 97 y 2.003 y Mundial de Patinaje Artístico, entre otros.

La buena noticia llegó el domingo 19 de noviembre del 2.000, cuando en la ceremonia de inauguración de los juegos Nariño - Boyacá en el estadio La Libertad de Pasto, el director de Coldeportes Diego Palacios Gutiérrez delegó a Bogotá y Cundinamarca, en aras de la descentralización, para recibir la entrante edición. Y aquí estamos, 4 años después, construyendo un nuevo capítulo en la historia del deporte colombiano.